CAPÍTULO
1: “ENCUENTROS FORTUITOS” (2 parte)
Una vuelta más. Las cobijas se habían revuelto, pero él no lograba
conciliar el sueño, y los murmullos al otro lado de la cortina que fungía como
una puerta, la cual podía abrirse apenas con el delicado roce de una brisa, lo
desesperaban a tal grado que deseaba levantarse solo para callar aquellas
risillas que siempre fueron tan molestas desde el momento en el que invadieron
su habitación.
Los vampiros, pese a todo lo poderoso que podían llegar a ser, no
dejaban de ser criaturas que necesitaban dormir para reponer la energía perdida
en el día a día. No eran diferentes en fisiología nocturna a los demás, pese a
lo que algunos podrían llegar a creer. ¿Mantenerse sin dormir y comer durante
más de un mes? ¿Qué criatura podría sobrevivir a una noche de desvelo y hambre
sin estar acostumbrado? Esas historias eran absurdas. Tanto como el hecho de
que nada podría matarlos.
Era cierto que sus cuerpos eran más resistentes que el de
cualquier criatura en aquel mundo, pero eso no los hacía todopoderosos. De hecho,
vulneraba bastante su forma vanidosa de verse a si mismos al pensarse invencibles,
provocando que sientan superioridad por seres que claramente podrían matarlos con
algo más que una decisión y fuerte convicción.
La fuerza bruta no estaba de su lado, tampoco el componente mágico
ni mucho menos la inteligencia mayormente desarrollada de la cual se mofaban.
Lo único que tenían a su favor era el hecho de controlar magia oscura como parte
de su vida. No necesitaban de círculos ni recitales elaborados para usarla o
invocarla, tampoco quedaban agotados si llegaban a emplear más de su límite
permitido al día, es decir, ellos no tenían un límite establecido.
Vivían de y con la magia oscura desde los cinco años de edad, que
es cuando normalmente empiezan a aprender como usarla.
Pero es todo. Nada mejor que eso los hace especiales. Incluso los
humanos usan su increíble capacidad mental para desarrollar y buscar nuevas
alternativas de energía y el uso de nuevas magias para el beneficio de su
subsistir. Los ángeles dominan más de un elemento en toda su vida, pues estarán
condenados a la muerte si no logran dominar el elemento de la oscuridad, su
contrario por naturaleza. Y los licántropos usan su fuerza brutal para poder
desarrollar sus capacidades de caza, la construcción de viviendas y maximizar
el poder de protección de su propia raza para poder sobrevivir.
Comparado con ellos, los vampiros no eran más que seres perezosos que
crearon un sistema monetario inservible y pobre que solo traía consigo
jerarquías inútiles en base a lo que podían adquirir con eso. Seres que estaban
en la cúspide del mundo por el simple hecho de controlar la mayor cantidad de
magia de aquel mundo. No aportaban nada más que la enseñanza del control del
poder mágico. ¿Eso era suficiente para hacerlos superiores? El vampiro postrado
en su cama sin poder dormir, siempre había sentido que eso era imposible.
Los murmullos cesaron unos instantes, antes de volver a escucharse
nuevamente mientras en prolongadas conversaciones mencionaban su nombre a
tientas. Nuevamente resopló con fuerza. No estaba de ánimos para discutir, ni
tampoco para querer levantarse, pero si no intentaba algo le sería difícil conciliar
el sueño. Y aún faltaba bastante para que amaneciera.
-¿Por qué no simplemente se marchan?- murmuró para sí una vez que
decidió levantarse de su cama. -Ni si quiera me dejan dormir- culpó, sabiendo
que no era totalmente la verdad.
Yamada Ryosuke. El nombre de aquel vampiro no era en significado
especial, pero tampoco era un simple nombre dado al azar.
Su nombre había sido otorgado por su padre, un hombre de una
familia noble con grandes parcelas de tierra. El dinero y las riquezas lo hacían
ser conocido en la sociedad como uno de los más ricos de la raza vampira, siendo
perteneciente a la tercera rama familiar de los Kartraco, familia principal de todos
los vampiros y quienes llevan el control de las riquezas de su raza. Sin
embargo, por haber nacido de una amante, su nombre fue lo único otorgado por su
padre, tomando el apellido de su madre.
Nunca entendió el conflicto ni tampoco el por qué su padre los
había abandonado, sintiendo en cierta forma repulsión por aquella decisión y
deseos de cambiar su destino tras acercarse y arrebatarles el título y las
riquezas que también les pertenecían.
Su madre no debió merecer tal humillación, ni tampoco debió haber
permitido que aquel hombre la dominara ni formara un lazo con ella, pues ahora
estaba atada de por vida con él, teniendo que soportar el hecho de haber sido
apartada de su lado y sufriendo la soledad de sus actos.
Yamada amaba a su madre, tanto, que habiendo preparado todo un
plan elaborado sobre el como arrebatar algo de los Tanaka, la familia de su padre,
se detuvo en cuanto su madre lo descubrió y le imploró que no lo hiciera. Pese
a sus quejas, Yamada obedeció para evitar que su madre sufriera más de la cuenta,
sabiendo que en el momento en el cuál debiera elegir un lado, ella no podría
desobedecer su “marca” y tendría que apoyar a su padre aún sabiendo que podría
perder a su hijo. El solo hecho de verse separados la haría caer en la locura. En
definitiva, el vampiro nunca podría aceptar ese desenlace, por lo que había
decidido desistir de toda idea sobre su padre, apostando al hecho de nunca
mencionar quien era su progenitor, mintiendo ante el hecho de que seguía con
vida y creando una escena perfecta de asesinato por tierras como ultimo recurso
si la curiosidad de su vida era insoportable cubrir.
Su madre pertenecía a la pequeña porción de clase media de toda la
raza vampira. Teniendo una casa nada ostentosa y alejada de lujos, siempre gozó
de una vida sencilla. Sin embargo, también era sabido que había asistido a las
mejores escuelas de la ciudad, siendo la actual la más costosa y difícil de acceder
de no haber contado con la ayuda de su mejor amigo, quien, dispuesto a permanecer
a su lado, pagó la matrícula y le aseguró un dormitorio dentro del lugar con la
condición de regresar el dinero una vez consiguiera un trabajo o un título.
Sus pensamientos lo habían inmerso en un retroceso de su vida,
sintiendo que aquella noche en particular el retroceso era más detallado que
otras veces.
Se sentía frustrado, molesto, negativo ante lo que había recordado
y solitario de no poder contarle a nadie sobre su verdadero pasado y la razón
de odiar su nombre. Siendo vencido por su propia negativa, pasó de largo por “su
habitación”, tomando un pequeño libro de su escritorio y caminando con
dirección a la ventana rodeando su propia cama. Tal vez un poco de lectura
sería suficiente para calmar su ser, incluso sentir el viento sería una
excelente idea para intentar calmar su ansiedad injustificada, logrando así
conciliar al sueño.
Vaya error.
Apenas había logrado acomodarse al borde de la ventana, dejando de
apoyo una pierna mientras la otra servía como sustito de mesa para su libro,
habiendo abierto la ventana con suavidad, un viento embravecido hizo temblar
las ventanas del edificio vecino.
Su figura quedo congelada, y el viento que él sintió apenas se
asemejó a una brisa, probablemente porque el impacto no había logrado llegar
con fuerza hasta ese lugar.
Oyendo los gritos aterrados del edificio, no dejó de observar
incluso cuando las luces fueron encendidas en todo aquel lugar. Las masas de
vampiros asustadas salieron por aquellas puertas que apenas pudieron contener a
la turba, mientras los oficiales intentaban calmarlos.
Finalmente pudo divisar lo que les hizo enloquecer así, mirando a
aquellas ratas-lagarto salir despavoridas en todas direcciones hasta perderse
en la oscuridad. Mañana seguramente estarían ocupados buscando por todo el
internado.
¿Un atentado? No. Lanzar ratas-lagarto en aquel sitio era un acto
demasiado infantil como para contarse como atentado. Probablemente la venganza
de alguien, incluso podría tomarse a broma si lo único que lograron aquellas
criaturas fue el descontento y la movilización de todos en medio de la noche.
Sonrió entonces sintiendo un cierto aire de diversión y dicha por no pertenecer
a aquel edificio. ¿Suerte quizás? La suerte siempre estuvo de su lado, aunque
no quisiera admitirlo. Fuese buena o mala, siempre intervenía en varios aspectos
de su vida influenciando de la misma forma en un equilibrio continuo. Y por ello
sabía que no debía alegrarse tanto, pues si no había sido víctima de aquel
ataque, probablemente sería atacado de una forma peor.
Se mantuvo espectante ante todo el alboroto, dando una leve
sonrisa mientras escuchaba las quejas y discusiones que todos hacían ante el
suceso. Sabía que la enfermería estaría repleta de personal, tal vez médicos
familiares o enfermeras particulares, incluso uno que otro estaría en el
hospital quejándose de una pronta muerte debido a los mordiscos y arañazos de
los animales. Sacudió su cabeza sintiendo lástima por aquellos pobres animales
que serían ejecutados sin piedad por la broma de alguien más. Pero así era ese mundo.
Suspiró finalmente, aquello tardaría mucho tiempo en calmarse. Seguramente
el alboroto no había sido suficiente para atraer la atención de los que seguían
sin mostrar su rostro, haciendo a Yamada resoplar. Eso significaba que
seguirían haciendo ruido entre murmullos mientras intentaba dormir, lo que
indicaba que no podría descansar nuevamente.
Era suficiente. Los iba a detener antes de que perdiera la paciencia.
Y con esa idea en mente, extendió su mano para intentar cerrar la ventana, pero
tan lejos estaba que pronto se rindió de la idea, provocando con su movimiento
que la cortina se deslizara hasta dejar una brecha por la cual se vería por
completo la puerta de la habitación.
La movilidad en el edificio vecino ya se había calmado, distrayendo
unos instantes al vampiro, quien seguía sin moverse de su lugar. Tal vez si hubiese
prestado atención a su alrededor, hubiese visto moverse la puerta desde su
posición. Pero su curiosidad lo distrajo hasta el momento en el cual sintió una
mirada postrarse en su persona. Aquella mirada intensa le hizo voltear con cierta
rapidez, terminando por hacer que el cuarto lo viera más oscuro de lo que en
realidad estaba y no pudiendo evitar ver directamente aquello que destacaba más
en él. Ojos azul fluorecente.
Su cuerpo nuevamente se congeló. Una corriente lo atravesó con
intensidad iniciando desde los ojos, pues aquella imagen estaba claramente
siendo grabada en lo más profundo de su cerebro, desplazando incluso todas las
memorias que recientemente se habían formado.
Aquel par de ojos serían la única imagen que su mente traería a su
cabeza cuando pensara en esa noche.
Tan absorto quedó, que incluso el deslizar del libro en su mano
fue imperceptible, pues su mirada se había centrado solo en intentar memorizar
lo que veía, así que apenas escuchó el chocar de la pasta en el suelo, sus ojos
parpadearon. Fue ese minúsculo instante el que le hizo darse cuenta que fue un
error apartar la mirada, cuando finalmente se dio cuenta que su cuerpo ahora
estaba en el suelo y aquellos ojos, tan cerca de él.
Incluso la amenaza dada por aquel chico le fue insignificante
cuando lo único en lo que podía pensar era en intentar saber de dónde provenían
esos ojos.
Había leído en algún lugar sobre ese mítico color. Sus memorias
intentaban encontrar la respuesta a la interrogante mientras se dejaba “amenazar”,
manteniendo su cuerpo tranquilo y sin apartar la vista del chico, terminando
por encontrar lo que buscaba.
“Demonio”. Los demonios tenían los ojos plateados, pero cuando
eran observados en la oscuridad e influenciados bajo una intensa emoción,
podrían llegar a verse azulados. Descritos como un color similar al brillo de
la piedra calcedonia-fluor, aquellos ojos atemorizaban a las personas con
quienes se encontraban y alertaban por buscar refugio antes de que estuvieran
cerca. Solo podían traer destrucción y eran símbolo de mal presagio.
Pero, aquella mirada no causaba temor alguno. Mas que eso, aquella
mirada estaba llena de terror. Un terror que expresaba completamente con su
cuerpo, pues inevitablemente temblaba, tan ligero que podría pasarle
desapercibido si no fuera porque la mano sobre su boca y la que rodeaba su nuca
estaban sincronizadas en ritmo.
Los grilletes fríos rozaban su mejilla y su nuca, haciendo que se
erizara su piel levemente. Sus sentidos se habían agudizado inexplicablemente,
tanto, que incluso el palpitar del corazón ajeno estaba siendo escuchado con
suficiente claridad, como si su oído se encontrase pegado al pecho. Por eso no
le fue difícil saber el por qué el demonio se encontraba atemorizado. Estaba a
punto de ser encontrado por la persona que se acercaba a la puerta.
Al ser encontrado así, probablemente sería tomado como rehén por
el demonio para al menos encontrar una alternativa de escape. Funcionaría si no
fuera por el hecho de que no representaba tal importancia como “rehén” para los
vampiros, en todo caso, le capturarían y tendría más valor como prisionero por
haber matado a un vampiro (eso claro si no es que ya lo había hecho). Claro que
eso el demonio lo sabía, y no quería ser asesinado aún. No hasta al menos haber
pagado la deuda con su amigo o haber asegurado la vida de su madre.
Aprovechó el hecho de que el demonio estuviera tan concentrado en
la puerta, viendo la oportunidad perfecta cuando la perrilla comenzó a girarse.
En un solo movimiento, sus manos empujaron al demonio detrás de la
cortina que a un costado se encontraba. Tras mover su mano, la cortina comenzó
a moverse sola, cerrándose casi instantáneamente mientras otra cortina cercana
se abría. De ese lado, dos cuerpos fueron lanzados sin previo aviso hacia el
centro del cuarto, todo este conjunto de movimientos en fracciones de segundos.
El oficial que había entrado ahora se encontraba estupefacto y horrorizado
por lo que sus ojos veían. Dos figuras, una desnuda y la otra a punto de perder
las prendas inferiores de su cuerpo, cubriendo solamente los dedos de los pies
y dejando un camino en puente desde la cama.
Aunque la imagen bien podría ser tomada como “ofensiva”, para el
oficial era aterradora debido a que la figura desnuda que se encontraba sentada
sobre el otro cuerpo tumbado, era el chico a quien se supone debía estar
cuidando. El proclamado favorito de “Lord Vladimir”, descendiente de la quinta rama
familiar de los Kartrako, nieto de Nate Chinen e hijo primogénito de Takashi
Chinen. Si bien eran familiares alejados de los Vladimir, ante los ojos del
Lord, Chinen Yuri era uno de los pocos merecedores a ser nombrados siguientes
líderes de toda la raza vampira.
¿Cómo podría explicar el hecho de que su cuerpo puro había sido
profanado y violado por alguien que ni si quiera pertenecía a una familia ejemplar?
Sería condenado a la muerte más siniestra jamás pensada.
Mientras el guardia intentaba componer sus pensamientos formulando
una posible excusa para escapar de tal muerte segura, los dos chicos que ahora
se encontraban en blanco también intentaban comprender la situación en la cual
estaban.
Repasando lo sucedido, hace apenas unos cuantos instantes, Chinen
Yuri, el pequeño vampiro de estatura, se encontraba abrazando y apretujando el
cuerpo de quien en esos momentos se encontraba debajo de él. No comprendía en
qué momento es que sus brazos dejaron de rodear su cintura para ahora estar
posicionadas simplemente sobre el torso desnudo de aquel chico delgado y largo.
Parpadeaba sin apartar la vista de aquella mirada igual de sorprendida, y es
que ambos comprendieron una cosa al instante, lo que sea que les haya puesto en
esa situación seguro esperaba hacerlos pasar una vergüenza tal digna de una
venganza.
-Yamada…- Fueron las palabras fugaces que se desprendieron de los
labios del más joven, finalmente sonrojándose de coraje ante la situación que
estaba pasando. -¡Maldito cachetón! ¡Me las vas a pagar!- gritó con frenesí
antes de intentar levantarse y sentir que era detenido por las manos del guardia,
quien hace poco también había reaccionado colocando una manta a prisa sobre el
cuerpo desnudo de su joven amo.
El vampiro alto también se había sonrojado, pero por motivos
diferentes al menor. La vergüenza le lleno completo al descubrir que sus manos
habían tocado los muslos desnudos de quien ahora estaba siendo quitado de su
cuerpo con rapidez. Solo tentó a cubrirse sus partes íntimas descubiertas,
arrastrándose con la cara baja hasta la cortina y cerrándola de golpe.
-¡Cálmese, señorito! ¿Qué se supone que hace exhibiendo su sagrado
cuerpo así? ¡¡Por favor!! ¡¡Sea decente!!- hablaba alterado el guardia, quien
estaba conduciendo al vampiro enérgico hasta la otra cortina del lado opuesto
de la habitación. -¡Regrese a su cama!- reclamaba con pesar, entre pujes y
golpes recibidos con la cara.
-¡¡Suéltame!! ¡¡No estábamos haciendo nada!! ¡¡Fue el maldito bastardo
quien me empujó a eso!! ¡¡Ya!!- pataleaba y lanzaba puñetazos intentando zafarse
sin mucho éxito, pues seguía siendo arrastrado en contra de su voluntad hacia
su propio lado de aquel cuarto. Estaba más que encabronado por la mala jugada
que Yamada les había jugado. ¿Y por qué lo había hecho? De seguro por sus celos
enfermos que mostraba cuando se encontraba de cariñoso con Nakajima Yuto, el joven
que había atrapado por completo su corazón de piedra, y quien ahora se
encontraba encuclillado en un rincón, con la cara oculta entre sus piernas y
una cobija cubriendo todo su ser, completamente muerto de la vergüenza y
deseando ser invisible en ese punto. -¡¡No escaparás de mí mañana maldito
bastardo!!- fue el último grito que se escuchó antes de comenzar a ser
sermoneado por el guardia.
El amenazado verbalmente, también conocido como “bastardo cachetón”,
ahora se encontraba completamente ocupado con lo que tenía al frente de él.
Tras haber empujado al demonio hacia dentro de su “habitación”,
logró inmovilizarlo en el suelo con ayuda de sus manos y piernas. Quien se
encontraba a merced del otro, ahora era el demonio.
Yamada no dejó de observarlo en ningún momento, y tal parecía que
el demonio tampoco, pues se mantuvo tranquilo mientras todo a su alrededor se
calmaba. Esto solo hizo que el vampiro sonriera de forma satisfactoria, parecía
que el demonio comprendía su posición.
-¿Me vas a amenazar ahora a mí?- el silencio se rompió finalmente con
ese susurro, haciendo que el vampiro dirigiera ahora su atención a todo el
rostro y dejara de observar completamente sus ojos. -No creo que puedas
hacerlo, no tengo nada que pueda ofrecerte- sentenció el demonio, desviando
finalmente la mirada y provocando una ligera mueca en los labios del vampiro.
-No pretendo hacerlo.- y tenía razón. El motivo por el cual Yamada
le había ayudado, era menos creíble que el hecho de intentar chantajear o
amenazar al demonio por venganza o por temor. De hecho, saber lo peligroso que podría
ser sería motivo suficiente para entregarlo, pero no lo quería hacer. ¿La
razón? Yamada siempre fue un vampiro de carácter científico, así como
beneficioso. No hacía nada que no representara una ventaja para él, eso lo
sabía perfectamente, siendo también orgulloso y dado a devolver todo aquello
que como deuda sintiera. Incluso teniendo un amigo de gran corazón como
Nakajima Yuto, su forma de pensar y ser no habían cambiado en lo absoluto. Nada
podía ser entregado sin dar primero algo a cambio. Todo tenía que ser recíproco,
y por ello mismo, sentía que el poderío de los vampiros era una blasfemia para
aquella tierra. -Pero tampoco te dejaré ir sin recibir algo a cambio.- continuó
hablando, poniendo su verdadera intensión a flote.
Pero, ¿Qué era lo que podía pedirle un vampiro a un demonio
escoria? Incluso para el demonio fue sorpresivo. ¿Qué pretendía con ello?
¿Acaso no le tenía miedo? Aprovecharse así de su situación, no sabía si definir
a aquel chico como “osado” o como “idiota”. Pero no lo iba a pensar mucho,
volviendo su cabeza para observar de frente al vampiro. -¿Qué quieres?- apenas
frunció un poco el entrecejo, intentando descubrir lo que le pediría.
-Nada complicado- susurró. -Me interesa saber… ¿Cómo es que llegaste
hasta aquí sin ser restringido por la barrera antimagia esférica de la penitenciaría?
A mi parecer, posees un poco de magia. Pensé que ustedes no la poseían, o al
menos, no tenía control sobre ella. Pero parece ser que eres alguien “especial”
si puedes manejarla a conveniencia, ¿No lo crees?- Sonrió apenas,
inspeccionando toda reacción de aquel demonio.
Por un momento Daiki entró en pánico. ¿Los habían descubierto en
tan poco tiempo? No era posible. Se suponía que nadie debía enterarse de eso.
No era el tiempo aún. Si Hikaru o Yuya se enteraban de que su error los había
descubierto, seguro la muerte sería el mejor camino a tomar en manos de esos
dos. ¿En que se había equivocado? Atravesar la barrera era pan comido para
ellos debido a los portales que podían crear. Si es que llegaban a descubrirlos,
los otros habían preparado la idea de que había escapado a través de un túnel o
similar. Pero, ¿El domo antimagia era en realidad una esfera? Eso complicaba
las cosas. ¿Acaso no los otros dos había investigado y por ello salían a sus
anchas a cazar y aprender de magia lejos de aquel lugar? ¡Malditos sean!
¡Nuevamente había jugado con él! Tal vez por ser el más joven de los dos es que
no le comentaban nada, haciéndole quedar en situaciones vergonzosas y
peligrosas. ¡¡Ojalá murieran!!
-Bien, no me respondas. Parece que no lo harás de todas formas. Pero
tu silencio me da mucha más curiosidad.- Sonrió nuevamente Yamada. -Haz un
pacto conmigo. Si es verdad que puedes controlar la magia, me interesaría saber
de qué tipo es.- Las posibilidades eran infinitas. Yamada sabía que los
demonios solo disponían de cierta fuerza bruta y habilidad para absorber todo a
su paso, lo que significaba que tenían magia de oscuridad y tierra, ¿Pero era
todo lo que podían hacer? Necesitaba investigar más. -De lo contrario, en este
preciso momento llamaré al guardia de seguridad y no saldrás de esta.-
Unos momentos de completo silencio se formuló entre ellos. Aquella
amenaza era suficiente para hacer dudar de su posición a Daiki. Dentro de su
cabeza, millones de posibles respuestas con consecuencias posteriores se
formaron, buscando las probabilidades que menos podrían causarle problemas. Finalmente,
la conclusión con menor riesgo en la cuál pudo pensar, fue en hacer un vórtice
debajo de su cuerpo para escapar, pero no estaba seguro que podría funcionar si
aquel vampiro usaba algún truco similar con él. El peor de los casos, sería ser
descubierto por el oficial y sentir su muerte cerca. Bien, ya nada podía salir
peor.
Después de dar un leve suspiro, asintió con la cabeza. -Hagamos el
pacto- pronunció.
Yamada era muy bueno captando mentiras. Sus sentidos además estaban
agudizados fuertemente lo que le daba más poder a sus deducciones. Al instante
que el demonio respondió, puso mayor énfasis en las expresiones de su rostro,
el tono de su voz e incluso el latir de su corazón, notando algo que lo dejó
impactado. Aquel demonio decía la verdad. ¿Haría un pacto con él? Era un chico
demasiado curioso que estaba por hacer de la vida de Yamada, una ruleta de
emociones.
-¿Eres en verdad un demonio?- no pudo evitar preguntar con
sarcasmo y ligera risa disimulada en su voz. Los escritos habían mentido. Las
bestias demoniacas podrían existir, pero categorizar a todos ellos en esa
clasificación había sido un error. ¿Seres no pensantes? ¿Llevados por sus
impulsos a solo matar sin razonar? Aquel demonio definitivamente no se
asemejaba en nada a las descripciones que había leído.
-Lo soy- terminó por responderle, aunque sabía que aquella
pregunta no era seria.
Yamada soltó poco a poco solo el agarre de las manos, llevando su
cuerpo hacia atrás para quedar hincado, completamente recto, viendo de frente al
demonio. Ante esto, el demonio también siguió el movimiento, terminando por
quedar sentado frente al vampiro. Sus cuerpos estaban a escasos centímetros de
tocarse, pero ninguno de los dos hizo nada para mantener distancia.
-De acuerdo, hagamos el pacto entonces- Yamada extendió su mano,
sumamente encantado con la idea de poder estudiar tan de cerca a un ser
escoria.
Sin embargo, Daiki observó unos instantes la mano del vampiro.
Hasta donde sabía, los pactos o acuerdos que los vampiros hacían
eran con la boca, no estrechando las manos. Eso significaba que le estaba haciendo
un tipo de jugarreta para divertirse, lo cual el demonio no permitiría. Si iban
a hacer un trato que probablemente pondría en peligro su vida, llevarlo a juego
estaba fuera de discusión. Ni si quiera pensarlo.
Frunció el ceño, tomando la mano del vampiro con fuerza y jalando
su cuerpo para atraerlo lo más cerca de su rostro que pudiera.
Sus labios se acercaron, y finalmente, se sellaron en un fuerte
beso. Un roce que el demonio no permitió separar hasta que la boca del vampiro cedió
y pudo introducir su lengua dentro, saboreando toda la cavidad a disposición, y
rasgando su lengua en la punta filosa de uno de los colmillos de Yamada.
El sabor sarroso de la sangre inundó ambas bocas, sin permitir la
separación de ambos incluso ante los forcejeos de otro hasta que escuchó que su
sangre fuese tragada. Daiki había logrado formar un verdadero pacto con él.
-¡Qué!- fueron las palabras que pudo decir el vampiro una vez se
separaron, tosiendo con fuerza mientras limpiaba su boca. Sus ojos habían
cambiado de un carmesí, a un rojo brillante tras sentir la sangre correr por su
garganta.
Daiki también limpió sus labios, ocultando su lengua y bebiendo la
sangre que salía de aquella herida hasta que ésta cicatrizara. Sonriendo al
saber que no habían podido jugar con él.
Lo que Daiki no sabía, era que el intercambio de sangre y el beso
eran sellos de un pacto de vida, pero uno que reclamaba como posesión a quien
lo pedía. Aquel pacto se hacía en un ritual especial para formar alianzas con
parejas, y todos los vampiros disponían de una sola vez para formalizarlo. Un
lazo que enlazaba dos vidas en una misma. El mismo lazo que había condenado la
vida de la madre de Yamada a vivir en soledad.
Continuará....
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