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DARKNESS EYES Capítulo 1 (Primera parte)

CAPÍTULO 1: “Encuentros fortuitos” (1 parte)

Bajo la tenue luz que podía apreciarse a las sombras del astro rey, se lograban divisar tres sombras a lo lejos, posadas suavemente sobre la copa de un gran árbol justo al centro de la ciudad, estudiando con cautela el paisaje nocturno.

Frente a ellas, una enorme muralla de 6 metros de alto se levantaba con orgullo. ¿Qué resguardaban aquellas murallas de piedra y apariencia renovada? El instituto Daemus, un instituto, o más bien internado, de grados mágicos para enseñar a los vampiros.
Supuestamente todo vampiro que controle o posea magia podrá entrar a ese prestigioso internado hecho a petición de Lord Vladimir, el magno soberano de los Vampiros. Sin embargo, solo pocos son elegidos para poder ser instruidos, siendo la mayoría de los alumnos ahí reunidos hijos de nobles o de clase alta.
El enorme complejo contaba con un área próxima al millón de metros cuadrados, teniendo dentro de las murallas varios edificios, centros deportivos, un coliseo y hasta un lago en conjunto a un bosque. Se podría decir que aquel sitio ocupaba cerca de un cuarto total de todo el territorio de la ciudad principal.

Una de las sombras se movilizó apenas dando un suave paso al frente antes de desaparecer su figura a una velocidad impresionante y aparecer por pocos instantes sobre el techo de una casa. Sin perder más tiempo, las demás sombras le siguieron de cerca, intercalándose y apenas dejando ver su figura, sin ningún tipo de ruido.

Una vez cerca de la muralla, se detuvieron. Para esas horas, los guardias parecían cansados, vigilando con pesar mientras intentaban mantener sus cuerpos erguidos. ¿Quién los culpa? Era casi imposible que alguien intentara si quiera acercarse a ese sitio, pues los guardias en las murallas eran simple formalidad. Cada uno de los estudiantes contaba con su propia guardia personal, y aquellos que no tenían, era por que el estatus con el cual contaban no era suficiente para costearlos. ¿Pero quien se preocuparía por ellos, si no representaban valor alguno?
El introducirse al lugar era demasiado sencillo en horarios de completa paz y quietud nocturna.

Siguieron avanzando sin ser vistos, bajando a un costado cercano de la entrada. El objetivo de esas 3 sombras estaba claro: Los dormitorios de los vampiros, 4 edificios de 20 metros de altura. Majestuosos y bastante vistosos por los enormes ventanales con pequeñas terrazas que cada habitación tenía. No era necesario contar las habitaciones que había en cada piso, ni cuantos pisos se levantaban. Tampoco el tamaño de cada habitación. ¿Para qué? Aquellas sombras venían con un propósito en mente, y hasta no verlo realizado, no se sentirían satisfechos.

-¿No creen que exageramos?- Finalmente el silencio se vio roto por la voz de una de las tres sombras mientras se detenían al llegar a la base de uno de los edificios.

-¿Acaso ya te arrepentiste? No seas maricón, esto se pone divertido- respondió la sombra más alta. Una sonrisa se había divisado en su boca al término de su oración. Estaba emocionado.

-Cállense. ¿Quieren acaso que les arranque la boca?- Terminó por regañar la tercera sombra, mirando al frente. -Vamos lento. No queremos despertar ni ser encontrados.- Sonrió, buscando alguna manera de poder entrar al recinto. -Ah.- un suspiro suave se escuchó antes de acomodar su cuello. -Es hora. Vamos a divertirnos un poco.- Y con aquella frase, su figura terminó por desaparecer, dejando detrás de sí un eco de risa que indicó a las otras dos sombras desaparecer en ese instante.

Una de las sombras terminó por introducirse en el edificio del lado este y la otra en el lado norte. Su objetivo era llegar al pasillo del último piso de cada dormitorio, tardando un poco en lograr este cometido y usando lo que parecía una especie de vórtice para atravesar las ventanas. Una vez listos los tres, solo faltaba dar la señal correcta.

-Veamos que tanto alboroto podemos hacer- Se divisó una sonrisa maliciosa en aquella sombra, inclinando su cuerpo al frente una vez se encontró en el comienzo de uno de los pasillos. Parecía ser el líder. Los otros cuerpos imitaron su acción en los otros edificios casi al mismo tiempo.

Los tres seres estaban vestidos de una enorme capucha que cubría casi en su totalidad el cuerpo. Pies descalzos y lo que parecía pantalones acabados. La piel de sus plantas estaba llena de heridas, no frescas, parecían de tiempo, incluso el color era morado siendo distinguible aun en aquella piel de tono marrón. ¿Tono marrón? Ese tipo de piel era propio de los licántropos, pero aquellas criaturas no gozaban de los rasgos físicos de un licántropo transformado en humano. ¿O es que eran cachorros? Tampoco. Incluso teniendo la agilidad y suavidad en las pisadas de ellos, era imposible que fueran ellos. Es decir, nadie sería tan tonto como para introducirse a escondidas en aquel lugar, y menos con el propósito que esos seres tenían.

-¡Vamos! ¡ATAQUEN! - Esa fue la orden, dada por la sombra que se encontraba en el edificio norte y que hizo retumbar las paredes, las ventanas y logrando abrir de un golpe todas las puertas de aquel pasillo.

La onda expansiva del grito continuó bajando por las escaleras, terminando por abrir todas las puertas de los dormitorios hasta retumbar en la puerta principal.
Varios de los oficiales dentro del lugar tuvieron que cubrir sus oídos con ellos, mientras los vampiros que se encontraban dormidos en sus camas, saltaron de ella por la presión que sintieron con ello.
Pero eso apenas era el comienzo.
De aquella sombra encapuchada, saltaron un sinfín de ratas-lagartos una vez extendió sus brazos. Estas criaturas lanzaban chillidos paralizantes que llegaban a romper los tímpanos cuando se sentían amenazadas. También se sabía eran difíciles de atrapar pues hacían madrigueras en las zonas rocosas y montañosas de valles infestados de otras criaturas peligrosas. Encontrar a una de ellas era fastidioso para los cazadores, pues solían ahuyentar a las demás criaturas con sus alaridos. Si bien una era suficiente para causar un alboroto, ¿Cuántas se necesitaban para “jugar una broma”? Bueno, ellos llevaban cerca de 5 docenas atrapados en cada una de sus capuchas que funcionaban como sacos sin fin.

Las otras dos sombras hicieron lo mismo casi al mismo tiempo, desapareciendo instantáneamente por detrás de las ventanas por las cuales habían entrado aprovechando el alboroto del momento.

-¡¡Gloria a los vampiros!!- Se escuchó decir un eco en todas las direcciones posibles.

Las luces se encendieron con rapidez, los guardias intentaban atrapar a las ratas-lagartos, pero apenas los tocaban, éstas se retorcían y mordían con fuerza las manos, algunas alzaron la hilera de púas que tenían sobre su espalda mientras gritaban despavoridas buscando una salida y atacando a cualquiera que se le acercara. Los vampiros gritaban, alertando finalmente a los altos mandos quienes en pijamas se apresuraron al completo para intentar calmar la situación.

Ante tal alboroto, las tres personas causantes de esto, se reían con fuerza sobre el techo del cuarto edificio, el cual no habían atacado aún, descubriendo sus rostros tras quitarse las capuchas.

Uno de ellos, el más alto, tenía una cabellera media, llegando a tocar parte de sus hombros, alborotada y de color negro, llegando a cubrir parte de su rostro. Piel marrón, con cicatrices más claras. Si bien ese tono era el normal para los licántropos, en él parecía ser efecto de alguna otra cosa, como si se le hubiese expuesto a la magia incandescente, pues lograba apreciarse parte de una piel clara debajo de aquellos harapos que pretendían ser usadas de ropa. Traía además grilletes en muñecas, cuello y tobillos. Dos percings en la oreja izquierda y un percing en la ceja derecha, donde colgaba una pequeña etiqueta de color verde fluorescente con el número “ 23784”.  Sus ropajes eran de un solo color, siendo negro casi en su totalidad, pues en lo que correspondía a la cintura, tenían un pequeño lazo blanco con el cual amarrar el pantalón (o lo que simulaba ser uno).

El de estatura mediana, gozaba de una cabellera que, similar en alboroto y tono al alto, era más corta en cuanto a longitud, llegando a tocar apenas su cuello y cubriendo sus oídos y parte de su frente. Su piel era más clara que la de su compañero, siendo inevitable observar en cambio de color tan pronunciado en sus pies, muñecas, y el centro de su cuello. Los grilletes en las mismas secciones, diferenciando un poco la ubicación de los percings en sus oídos y ceja pero contando con la misma cantidad que su compañero, cambiando el número de la etiqueta por “34785”.

El más bajo de los tres, siendo también el más joven, contaba con un tono de piel medio casi uniforme, siendo el de sus pies un color más oscuro. Su cabello era un poco más claro al de sus compañeros, corto y crespo. Los grilletes igual, no contaba con ningún otro percing más que el de la ceja derecha con el número “69848”.

Era claro que ellos provenían de la “Penitenciaria”, aquel centro “educativo” fundando por Lord Vladimir y exclusivo para los demonios. ¿Y que hacían tres demonios tan lejos de su hogar? Pues claro estaba que divirtiéndose. O al menos, dos de ellos. El más bajo simplemente miraba en silencio hacia su espalda, poniendo cuidado en los gritos y movimientos dentro de los edificios atacados.

-¿Vamos a continuar?- Las risas se vieron interrumpidas por esa pregunta hecha por el menor, provocando en los otros dos una ligera mueca de disgusto.

El mediano y líder del grupo, revolvió un poco sus cabellos. Sinceramente esperaba el arrepentimiento del menor, pues él no estaba familiarizado con esas travesuras como lo estaba el alto, pero tampoco esperaba que se arrepintiera a esas alturas. Con paso suave, posando apenas una mano sobre su propia cintura y extendiendo la otra para rodear los hombros del preocupado demonio y hacer que le prestara atención, preguntó de forma burlona -¿Tienes miedo?-

-No- respondió casi instantáneamente el menor de los tres, volteando la cabeza al frente y apartando con un movimiento brusco la mano que apresaba sus hombros. -Pero es tonto hacerlo, sabiendo que pueden descubrirnos. Como ves, ya están alertándose. Dentro de poco, este edificio también será presa de la incertidumbre y se iluminará en su totalidad.- No estaba en un error, de hecho, las luces de la última planta ya estaban siendo prendidas. -Las capuchas ya no servirán aquí, ni tampoco podremos escapar por el sitio por el cual entramos-.

-No arruines la fiesta- sentenció el mayor de los tres. -Si tienes miedo, que Hika abra un portal, total, no nos sirves así-.

El silencio se formó entre los tres. El alboroto ahora ya no era divertido. ¿Por qué siempre el menor de ellos lo arruinaba? Tal vez porque, nunca quiso pertenecer a su grupo en primer lugar. Había sido forzado a estar con ellos desde el primer momento en el que llegó a ese infernal sitio.

-Vámonos… Ya no es divertido- terminó por decir el líder, Hikaru.

Sin objetar nada, comenzaron a caminar hacia el frente, con intensión de correr hasta el bosque y perderse antes de ser vistos por los guardias.
Sin embargo, no contaban con el hecho de que aquella pequeña discusión y movimientos, había alertado a uno de los oficiales que se encontraba en el edificio más cercano, intentando controlar la situación desde afuera.

-¡INTRUSOS EN EL EDIFICO B!- gritó con fuerza una vez identificó las siluetas como ajenas, pues era imposible que los vampiros vistieran con semejante ropa.

El grito no solo alertó a los oficiales, también provocó el giro de cabezas de los tres demonios, sonriendo el líder de lado y lanzando una maldición al aire antes de comenzar a correr.
El movimiento apenas les sirvió para dar unos pasos y saltar del techo antes de toparse con una red mágica al frente suyo, bloqueando el escape por ese camino.

-¡MALDICIÓN! ¡DEBEMOS SEPARARNOS Y ESCONDERNOS! Si son listos, lograrán llegar a la entrada cuando todo se calme… ¡¡SUERTE IDIOTAS!!- fueron las órdenes que el líder dio, haciendo que el mayor de los demonios diera una carcajada antes de desaparecer entre las sombras de unos matorrales, mientras en él desaparecía tras dar un salto a uno de los árboles.

El único que no pudo reaccionar a tiempo, fue el más bajo de los tres. ¿Correr? ¿Escapar? ¡Las autoridades les pisaban los talones y habían bloqueado en único camino decente a un escape seguro! ¿Cómo diablos pretendían los otros dos que escaparían?
El menor carraspeó la boca, sin importarle ya lo que podría pasar y frenando de lleno al verlos desaparecer.

-Malditos… Me las pagarán- apretó los dientes y puños al tiempo, mientras giraba su cuerpo para intentar volver al edificio sin atacar con la esperanza de no ser visto antes de poder ocultarse.

Incluso en una noche tan clara como esa, donde hasta el más mínimo movimiento podría ser percibido sin la neblina escabrosa que en algunas ocasiones los acompañaban, no era sencillo encontrar tan a prisa a tales fugitivos. La razón, tan simple como molesta, era debido a que los demonios no poseían un olor distintivo al olfato de los vampiros. Tampoco poseían esencia mágica para lograr identificar si quiera sus auras, o eso era lo que pensaban.

La realidad era casi tan cruda de llevar como el hecho de que los demonios eran considerados enemigos mortales de todas las razas. Los tres demonios presentes en ese momento, que se encontraban huyendo u tratando de ocultarse, poseían un control casi innato sobre la magia. A sabiendas de lo ignorantes que se les puede considerar, se las habían apañado para lograr transformarse en conocedores de las bases mágicas de la oscuridad, elemento principal que poseía ahora esa tierra. El más fuerte de los tres era también el más alto y más viejo de los tres. Y aquel que apenas sabía el inicio del control, se encontraba tratando de ocultar su presencia detrás de unos matorrales al borde del edificio B.

Según había estudiado, borrar la presencia era el primer principio de los cazadores al acechar a su presa. Un principio que también invitaba al origen del poder de la oscuridad, pues a menos que tengas un sentido fuerte para compenetrarte con ella, era casi imposible dominar esta primera norma de aprendizaje.

Los vampiros rara vez usaban esto, sintiendo innecesario ocultar su propia existencia a los ojos de su poder increíble. ¿Quién lo haría sabiendo que ellos son los seres más poderosos del planeta? ¡Qué osadía si quiera pensar en ello! ¡Dónde quedaría el orgullo de su raza en aquel comportamiento! Incluso los ángeles, seres divinos de magia blanca, temblaban de miedo cuando el máximo jefe de los vampiros se encontraba cerca.
Por eso, es que ahora los tres oficiales encargados de la búsqueda cercana de los intrusos, pasaban de largo al lugar donde se encontraba encorvado el menor de los demonios, quien, calmando hasta el latido más lento de su corazón, lograba camuflar cualquier parte de su cuerpo con la maleza.

-Parece que aquí no hay nada- Uno de los oficiales buscaba con una linterna hecha de cristales luminiscentes de color blanco. Alumbrando por las copas de los árboles y entre los troncos, incluso alumbraba la tierra para intentar hallar pisadas.

-Es imposible, vi a las sombras saltar a esta dirección desde el otro lado del edificio- buscaba entre las malezas, moviendo de vez en cuando las ramas de los matorrales en provocación a una huida.

-Tal vez no era lo que creías, ¿En serio viste los uniformes de la penitenciaría?- preguntó casi en un grito quien se encontraba buscando a dos árboles lejos de ellos. Un oficial bastante perezoso pues solo se limitaba a mirar por los alrededores.

-¡Por supuesto que lo vi! ¡Eran colores oscuros imposibles de confundirse con el reflejo que los cristales han dado!- molesto replicó. Sabía que lo que había visto en el techo eran inconfundiblemente esos uniformes completamente negros, incluso recordando el brillo de algo en la mano de uno de los sujetos. -¡Eran demonios!-

-Estás loco… Ya estás delirando- volvió a bacilar el oficial perezoso, recargando su cuerpo con pesar en uno de los troncos.

-¡Yo sé lo que vi! ¿Quién mierda crees que vendría aquí a hacer tal alboroto entonces? ¡Los demonios son los únicos dementes en hacer semejantes atrocidades sin sentir el mínimo rasgo de remordimiento en su rostro! ¡Incluso matarían por diversión! ¿Acaso no entiendes el peligro que puede haber en el instituto si no los atrapamos?- se comenzaba a molestar.

Las leyendas urbanas que todos sabían siempre apuntaron a los demonios como seres sin corazón. Seres incapaces de formar lazos y tan peligrosos que si te llegabas a topar con uno, era mejor llamar a los oficiales que si quiera enfrentarlos.

No es que gozaran de tanto poder, pero era bien sabido que tan tramposos como desquiciados, los demonios podían llegar a matar a todo vampiro desprevenido, incluso si estos tenían la magia de su lado.

-Ya… Dejen de discutir y sigan buscando. Vayamos más al frente, tal vez encontremos un rastro de hacia donde pudieron haber huido.- Terminó por ordenarle a sus compañeros para evitar una pelea en esa situación. Ya suficiente tenía con los gritos que había aguantado en los edificios mientras estaba de guardia como para tener que lidiar con los gritos de ellos dos.

Siguieron avanzado sin mirar atrás, buscando y alumbrando sobre todos los lugares a su paso.

Tras unos minutos de estar en total calma, luego de que los gritos y de más murmullos cesaran, el demonio oculto entre los matorrales salió a la vista, caminando unos cuantos pasos hacia el frente de aquel edificio tan alto.

-Matar por diversión…- Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios.

Aquellas palabras que había escuchado sobre ellos no eran del todo ciertas, pero tampoco eran mentira. Siendo uno de los más jóvenes del internado, sabía perfectamente de lo que eran capaces los de su clase cuando se encontraban frente a una fuerte emoción de diversión.
Rara era la vez que no había estado involucrado en una pelea debido al “aburrimiento” de sus “amos”, siendo arrastrado al doloroso mundo del cual no había podido escapar. ¿Y a dónde? No había lugar en el mundo para alguien como él. Los rumores sobre los dos que lo acompañaban solo mortificaban más al menor, siendo partícipe de incontables luchas de poder. Abuso, sometimiento, fetichismos, violaciones, violencia, tantas cosas que podría afirmar sobre lo que ellos eran, pero que deseaban poder desaparecer de su ser.

-Ustedes nos ven como escoria… ¿No es así? Pero quien soy yo para negarlo. Sé mejor que nadie lo que somos capaces de hacer solo por pura “diversión”- esta vez rio un poco, manteniendo la vista al frente mientras su cabeza se iba elevando a medida que inspeccionaba el edificio.

Arioka Daiki, un nombre otorgado por sus padres. Hace ya años que se había separado de ellos, pero aun deseaba su calor con fuerza. A tan temprana edad habría de conocer tan cruel destino que le tocó vivir por ser lo que es, que ni si quiera había tenido la necesidad de huir una vez que lo atraparon. ¿Por qué? Aborrecía ser parte de aquel grupo tan selecto de basura. Ser considerado la escoria del planeta y ser juzgado solo por tener los ojos de aquella bestia que exterminó a una raza. Verse su reflejo era insoportable, a tal grado que ya hace tiempo había olvidado su propio rostro. Si tan solo hubiese muerto al nacer.

-¡No dejen de buscar!- se escuchó un grito en eco a lo lejos, sacando al demonio de sus pensamientos.

-Idiota- murmuró, buscando con rapidez un lugar para esconderse, pero al verse atrapado, solo pudo observar al frente y sonreír.

Tras elevar su mano, corrió tan rápido y silenciosamente como pudo, atravesando la pared tras aparecer por instantes un agujero negro sobre ella. Esa era una magia de nivel básico. Un portal dimensional que permite ir de un punto a otro. Entre más alejado esté el punto de salida, más energía vital y magia condensada se requiere. Daiki solo podía abrir uno para atravesar paredes o desplazarse a no más de 3 metros de distancia, en comparación con sus otros dos compañeros, quienes podían hacerlo con un kilómetro, él apenas y podía mantener su forma por un corto tiempo definido en macrosegundos.

Se encontró dentro del edificio, mirando a su alrededor mientras ocultaba su sombra detrás de la pared, observando por el ventanal que junto a él se elevaba 2 metros. Sin embargo, no pudo permanecer quieto, pues las vibraciones de pisadas, voces y destellos de luces que provenían del final del pasillo lo alertaron nuevamente. No podía meterse a una de las habitaciones sin inspeccionar primero a la persona que se encontraba detrás de la puerta, por lo que optó por abrir un portal sobre su cabeza, saltando y llegando al segundo piso.

No se mantuvo más que unos instantes ahí, pues nuevamente los movimientos no se hicieron de esperar. A veces incluso se topaba con las espaldas de los vampiros residentes de aquel lugar, viendo con curiosidad a través de la ventana mientras se aglomeraban en los pasillos. Afortunadamente no fue percibido por ninguno, pero eso no hacía que su nerviosismo disminuyera, al contrario, no ser visto por ninguno de ellos lo hacía sentirse en constante peligro al creer que un simple ruido haría que todos esos ojos de tono carmesí se posaran en su figura.
Tenía que escapar cuanto antes.

Tras llegar al penúltimo piso, notó aquel sitio en total silencio, escuchando los murmullos provenir desde debajo de sus pies. Finalmente había encontrado un momento de respiro. Tal parecía que los residentes de esa planta habían o bien descendido para unirse a la turba de curiosos que cotilleaban más abajo, o bien se encontraban totalmente dormidos sin prestar atención a todo el alboroto anterior.

-De verdad que no tienen decencia… ¿Cuántos pisos he subido ya? Me siento exhausto.- Susurraba mientras recargaba su peso en la pared, caminando suavemente hacia el ventanal del fondo.

Todo ya se había calmado. Al parecer, en el edificio vecino, la mayoría de los residentes se habían aglomerado afuera, unos siendo atendidos de emergencia por las mordidas y probables lesiones a los oídos que las ratas-lagartos podrían haber causado. Y él sabía lo que dolía ser atacado por una. Por un momento sintió pena de ellos, casi empatía, aunque aquello pronto se desvaneció pues notó nuevamente pisadas que se acercaban con prisa hacia su ubicación.

Saltó de la impresión, buscando la manera de escapar, pero tan cansado ya estaba que no pudo crear un nuevo vórtice para huir al piso de arriba.

Viéndose atrapado nuevamente, no le quedó más que intentar escabullirse a una de las habitaciones cercanas. ¿Qué más podía hacer? Incluso si era descubierto por uno de los vampiros de ahí, confiaba en su velocidad y agilidad para callarlo incluso antes de que intentase moverse. No dudó más, y tras correr a prisa a la primera puerta que vio, giró la perrilla con fuerza para romperla de un movimiento si se encontraba asegurada. Cual fue su sorpresa al sentir que ésta cedía con suavidad, abriendo la puerta de golpe y cerrándola detrás de sí.

Por unos instantes se sintió como una presa atrapada en un rincón, pero esa sensación tuvo que ser aplazada con rapidez al escuchar a su espalda un leve suspiro. ¿Un suspiro? Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de girar por completo su cuerpo con terror. Lo habían descubierto, y si no callaba con prisa a sea quien sea que se encontraba en ese lugar, sería su fin.

Un parpadeo bastó para lubricar sus ojos, terminando por quedar paralizado ante la imagen que sus ojos veían.

Ojos carmesís, tan intensos como los de cualquier otro vampiro, pero tan diferentes de los que había podido observar hasta el momento. Una piel completamente pálida y pulcra, sin rastro alguno de impureza en él, ni cicatrices ni deformaciones. Labios resaltados de un tono sonrosado en aquella palidez, asomándose de entre ellos el filo de unos colmillos. Su figura era claramente alumbrada por las luces a su espalda. Una brisa suave movilizó ligeramente sus cabellos, dejando ver por completo al descubierto su cuello y orejas, hombros y pecho descubiertos pues apenas contaba con un pantalón cubriendo la mitad de su cuerpo. Un cuerpo tonificado pero delgado. Una vista increíble pero peligrosa.

Cinco segundos de total inmovilidad mantuvieron los que ahora no dejaban de admirarse con los ojos sorprendidos. Los latidos de ambos pechos palpitando con rapidez y en cierto momento, sincronizando su ritmo. Las respiraciones cesaron al tiempo, sintiéndose una especie de completa armonía en el aire. Una paz única, una quietud indescriptible. Y finalmente, el ruido de un libro cayendo al suelo al deslizarse de la mano de aquel que se encontraba sentado al borde de la ventana. Ese fue el botón que accionó el movimiento luz del demonio.

-¡No te atrevas a gritar!- Fueron las primeras palabras que pudo soltar una vez se encontró atrapando con su diestra la boca de aquel vampiro. Nunca dejó de mirarlo a los ojos, ni tampoco dejó de estar alerta a lo que sus espaldas podía pasar. -Has algún movimiento que me indique peligro, y morirás.- Una mirada furiosa que ocultaba la desesperación y el miedo que lo invadían.

Había halado con fuerza aquel delgado cuerpo hasta dejarlo tirado sobre una sábana deslizada en el suelo. Rodeaba con firmeza su nuca con el brazo izquierdo, sin dejar de presionar con su diestra la boca de aquel chico. Ambos cuerpos estaban completamente pegados a lo largo.

Pronto las pisadas en el pasillo le hicieron voltear al frente, alzando la cabeza con rapidez mientras sentía su corazón acelerarse. Sus ojos se abrieron más de lo necesario, sudando de su frente gotas frías que resbalaron hasta su mentón. Su respiración se agitó. Sus manos comenzaron a temblar, su mente quedó en blanco.

Tanto tiempo había tratado de evitar problemas. Pensaba que, si no se quejaba, o no decía nada, nunca llegaría a tener dificultades. Con pesar había sobrevivido hasta ese momento, pero su muerte se acercaba a pasos agigantados. ¿Qué más le esperaba? Una travesura así, habiendo herido a tantos, solo por un simple capricho, nada de eso importaría ya. ¿Por qué había resistido hasta ese punto? Solo por mantener la promesa de sus padres intacta.

No estaba listo para darse por vencido. Pero su final ya había sido previsto. E incluso en ese momento, todo lo que podía pensar era en querer haber nacido vampiro. Que ironía.

La perilla poco a poco se giró, y finalmente, la autoridad apareció detrás de ellas.

-¡Disculpen la intromisión! ¡Estamos buscando a…!- Pero antes de si quiera poder terminar su oración, ante sus ojos algo increíblemente aterrador estaba sucediendo.

CONTINUARÁ.

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